La noche agónica y pálida da a luz al día en Oriente.
Recién nacida, la aurora llora en huérfanos silvestres.
Madre mimosa y espléndida, la campiña al fin provee
Con su florida esperanza a la infancia omnipresente.

Agachando las cabezas deambulan sobre el césped
Frente al pórtico del bosque seis caballos sin jinetes.
Con parsimonia hedonista van eligiendo los tréboles
Más tiernos y deliciosos que los prados les ofrecen.

En cada brizna de hierba luce un sol brillante y breve
Por mediación de la escarcha, gota a gota derritiéndose.
Otro invierno, derrotado, se retira a sus cuarteles
A urdir con sangre muy fría contraataques de la nieve.

¡Qué algarabía en los árboles! Bajo el azul, ¡cuánto verde!
Late la tierra y murmura lo viva que aún se siente.
Anoche mi alma dormía, perseguida por la muerte,
Cerca del gran precipicio donde cayeron los héroes.